lunes, 17 de octubre de 2022

Lunes de la XXIX Semana, (20221017)

 El ser humano busca siempre una seguridad para su futuro e, incapaz de ver más allá, la encuentra en las riquezas. En su corta visión siente que ellas le dan, no solo esa seguridad, sino también prestigio, posición económica y social y que le alcanzan, en una palabra, la felicidad. Por alcanzarlas está dispuesto hasta dividir la unidad familiar y entrar en conflicto por ellas con el hermano, y hasta pedirle al mismo Dios que intervenga para alcanzarlas. Dividir, separar, cortar puentes en las relaciones, nada importa porque en ello se ha puesto el sentido de la vida, y la confianza, solo así se está seguro y feliz, entre más, mejor. No existe rico que se considere satisfecho y no desee ganar más, es un círculo vicioso plasmado en la sabiduría popular: “entre más se tiene, más se quiere”.

Jesús no es un divisor, es todo lo contrario, un Sím-bolo, es decir alguien que une dos realidades, quien separa es el diá-bolo, el divisor, tal vez no personificado en un ser individual, sino en sentimientos internos. Pero el ser humano parece ser incapaz de ver a Jesús como el gran símbolo y poner su confianza en Dios, que se preocupa hasta de los gorrioncillos, y por ello pretende acumular riquezas materiales sin caer en la cuenta que ellas no le garantizan la vida, y despreocupándose de acumular las verdaderas riquezas frente al dueño de la Vida.

La verdadera riqueza, la herencia que no puede ser dividida que alcanza para todos y da la seguridad de la verdadera Vida y que el ser humano se debía de preocupar por hacerla crecer, son  las relaciones positivas y fecundas; los gestos de fraternidad y amor; los puentes construidos con laboriosidad y esfuerzo; estas son las riquezas que llevamos / llevaremos a Dios, el objetivo primordial de nuestra vida y a quien si se debe aplicar el “entre más se tiene, más se quiere”.

La riqueza del Reino, por tanto, no se acumula: más bien se pone en circulación, se comparte, se arriesga, sin estar plenamente seguro de obtener un beneficio inmediato. Y de nuevo volvemos al Principio y Fundamento de Ignacio «en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados.»

Señor Jesús
enséñanos a ser generosos
a servirte como Tú mereces
a dar sin medida,
a combatir sin temor a las heridas
a trabajar sin descanso
sin esperar otra recompensa
que saber que hemos cumplido
tu santa voluntad.
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San Ignacio de Loyola
(Oración dedicada a San Francisco Javier,
cuando le envió como primer misionero a Oriente.)

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