Las posesiones, más que poseerlas nosotros a ellas, nos poseen ellas a nosotros. ¡Cuánta esfuerzo y desgaste por cuidarlas y no perderlas! Nos convierten en sus esclavos. Entre los inspiradores de los Evangelios, quién mejor para haber experimentado esto que Lucas. Muy probablemente médico, por ello y por el lenguaje que utiliza, es evidente que provenía de una posición social alta. Pero es capaz de dejar todo cuando encuentra la verdadera riqueza: Jesús. Y al haberlo descubierto comunica su “buena noticia”, en su evangelio, el más “social” de todos y en los “Hechos de los Apóstoles”.
El trozo evangélico que se ofrece hoy indica (solo él, no se encuentra en los otros evangelios) que Jesús invita y envía, no solo a los 12 sino a 72 -signo de “todos”- a la misión, necesita de todos, sin distinción alguna, porque la misión es mucha y los obreros pocos. Y para cumplirla les advierte que hay que liberarse de todo lo que ata, ser libres para Dios, ser capaces de salir de sí mismos para aproximarse a los que necesitan una palabra y un gesto de consuelo y de pacificación, a anunciar que Dios es Fuente de Vida y por eso manda imperativamente curar a todos los enfermos que haya. Este mandato nos puede resultar extraño y sorpresivo. Estamos educados en un cristianismo de ideas, conceptos, leyes, normas, rubricas, cautelas, preceptos, imperativos, exigencias… y el evangelio es sanación, alivio, reconciliación, pacificación, recuperación… y a eso nos manda Jesús: a curar toda enfermedad que bloquea, que debilita, que anula, que nos atrofia como criaturas con vocación de Hijos e Hijas, ese es el gran anuncio, el Evangelio, y la forma de anunciar.
Y de nuevo se viene a la mente la exigencia de libertad, la indiferencia del Principio y Fundamento de Ignacio “las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo qual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido” para en todo Amar y Servir.
Lucas lo hizo, Ignacio y tantos otros lo hicieron, y tú, como llamado desde el bautismo, ¿estás dispuesto a hacerlo desde tu entorno para cumplir con la misión que Jesús te ha encomendado?
Dios Padre bueno
que nos invitas a recorrer los caminos,
a proclamar tu Reino
y a transformar el mundo.
Concédenos ser mensajeros de tu paz,
que allí donde haya odio
sepamos poner amor
que aprendamos a perdonar las ofensas
y a sentirnos abiertamente perdonados.
Que en la diversidad a veces desconcertante
de la Iglesia y del mundo
sepamos ver qué es lo esencial,
qué es lo que nos une
y lo que más nos compromete con tu reino.
Enséñanos el arte difícil
de la esperanza contra toda esperanza
y danos tu luz cuando
la oscuridad nos atenace y
no nos deje ver
el camino que queda por delante.
Que sintamos siempre
la alegría serena de
sabernos en tus manos y que,
cuando termine nuestro camino
en esta tierra,
volvamos a ser aquel barro humilde
al que diste vida y ansias de eternidad
con el simple aliento de tu Espíritu
Amén